En 1534, la receta se trajo desde México. La leyenda cuenta que fue un monje, Fray Jerónimo de Aguiler, de la orden del Císter, que acompañaba a Hernán Cortés en su viaje por México quien envió el primer cacao junto con la receta al abad del Monasterio.
Por lo visto, Hernán Cortés se enamoró de este manjar que es el cacao en su viaje por centro américa, y así lo hizo saber en una de sus cartas a Carlos I donde aparece como el manjar de los dioses según la mitología azteca ya que el cacao como tal nació en America Central con las civilizaciones azteca y maya. Hernán Cortés le contaba a Carlos I que esa bebida hacía que los guerreros de la zona tuvieran mucho más aguante y que además, los españoles que lo probaron recuperaban fuerzas con mucha más facilidad.
Tras probar la receta, los monjes decidieron modificarla para que fuera más dulce, ya que la traída de méxico tenía entre sus ingredientes pimienta y guindilla. Así fue como se hizo por primera vez el chocolate a la taza en Europa, incorporando azúcar, canela y miel a la mezcla, lo que lo hizo todavía más delicioso.
Del monasterio pasó a la realeza, convirtiendo así esta bebida tan popular hoy, en lo que en aquellos días fue el manjar de la corona en España, extendiéndose más tarde a Europa. La primera que llevó el chocolate a la taza fuera de España fue la hija de Felipe II, Isabel Clara Eugenia. Ésta, tras convertirse en soberana de los Países Bajos Españoles (Bélgica, Luxemburgo y Holanda) en 1598, se llevó consigo la receta ya que era la bebida perfecta para esos días de lluvia en Flandes, donde se alojaba.
Y así fue, como progresivamente y gracias al boca a boca el chocolate a la taza fue tomando importancia hasta llegar a convertirse en una de las bebidas más consumidas hoy en día.